miércoles, 4 de junio de 2014

LA SEXTA EXTINCIÓN

Escribí este artículo para mis amigos de la revista "Argutorio" hace ya once años. Justo en esos días ocurría la catástrofe del Prestige. Tenedlo en cuenta a la hora de leerlo. Después de ese tiempo, es descorazonador comprobar que ahora solo podría actualizarlo con datos todavía peores.


ARGUTORIO Nº 10. 1er SEMESTRE 2003
Argutorio: revista de la Asociación Cultural "Monte Irago", ISSN 1575-801X, Año 4, Nº. 10, 2003, pags. 32-34



LA SEXTA EXTINCIÓN

                                                                                                Elías Gomis

Muchos científicos apuntan a que ha comenzado a producirse una extinción masiva que afectará a la vida sobre el planeta. Un proceso originado por la insostenible actividad humana y del que podríamos encontrarnos ya con sus primeras consecuencias: desaparición de especies, calentamiento global, alteración en la capa de ozono...
Inserto en el artículo algunos fragmentos de la declaración del Jefe indio Seattle al Presidente de los EEUU, contestando a la propuesta de éste de recluirlos de por vida en una reserva, escrita en 1854 y de perfecta actualidad.

¿Qué sería del hombre sin los animales?
Si los animales desaparecieran
el hombre también moriría de gran soledad
espiritual. Porque lo que le suceda
a los animales, también pronto le
ocurrirá al hombre. Lo que afecte a la
tierra, afectará también a los hijos de
la tierra.

Se estima que la vida apareció sobre la Tierra hace unos 3.500 millones de años. Esas primeras formas vivientes se reducían a seres muy simples como cianobacterias o diatomeas, de tamaño microscópico. Después de un sinfín de procesos que duraron millones de años, esas formas fueron evolucionando a seres más complejos que habitaron prácticamente todas las regiones del planeta y, cuyas últimas formas, son las que podemos encontrar en nuestra Era.
Ese proceso fue muy complicado. A menudo, las condiciones ambientales de la Tierra variaban drásticamente. En algunas ocasiones, esos cambios eran brutales, llevando a la extinción masiva de casi todos los seres vivos existentes en esos momentos. 



De hecho, los científicos reconocen 5 grandes extinciones masivas ocurridas hace 438, 360, 253, 213 y 65 millones de años en las que la vida en el planeta estuvo peligrosamente al borde de desaparecer, especialmente en la ocurrida en el Pérmico (253 millones de años) en el que el 96% de la vida desapareció.
La última, la que ocurrió hace 65 millones de años, en el periodo Cretácico, quizás sea la más documentada y conocida, ya que ocasionó el fin de, entre otros seres, unos realmente asombrosos: los dinosaurios.
Atribuida al impacto de un meteorito de 10 km de diámetro caído cerca de la Península del Yucatán, los efectos producidos por la explosión fueron devastadores. De todas las especies de seres vivos existentes en ese momento desaparecieron el 60-75% de ellas en muy poco tiempo. El planeta se convirtió en un cementerio calcinado, acidificado, inundado y congelado (1).



Pero la vida tiende a salir a flote, a continuar. Lentamente, nuevas especies fueron colonizando el planeta y la vida resurgió en un planeta hostil.
En nuestros días, un numeroso grupo de prestigiosos científicos apunta la posibilidad de que se puede estar en los comienzos de una nueva gran extinción.
Esta vez, con una particularidad: no está ocasionada por violentos procesos geológicos o por destructivos impactos de meteoritos. En esta sexta extinción, la causa es una especie que habita el planeta: los seres humanos.

Porque nosotros sabemos esto: la
tierra no pertenece al hombre, el hombre
pertenece a la tierra. Todo está relacionado
como la sangre que une a
una familia. El hombre no creó el tejido
de la vida, sino simplemente es una fibra
de él. Lo que hagáis a ese tejido,
os lo hacéis a vosotros mismos.

El hombre es un animal que está dotado de una inteligencia que le permite alterar y modificar su entorno en modo y forma como no lo puede hacer otro ser. Su capacidad de crear y destruir es inmensa. El número de especies que comparten el planeta y su suerte con él no es conocido con exactitud, tan sólo se pueden hacer algunas aproximaciones siempre polémicas. Se contabilizan un millón y medio de especies descritas pero la cifra real de especies existentes debe ser mucho mayor (muchísimo, según algunos autores), quizás de varias decenas de millones. Los primeros apuntan hacia los 4 millones y los otros a más de 50 millones de especies (2).
Dentro de estas cifras encontramos enseguida las numerosas peculiaridades de la vida en la Tierra, consecuencias de esos complicados procesos evolutivos que aún continúan. Dentro de los seres englobados con acierto considerable bajo el término Eucariotas (aquellos que tienen células con núcleo) encontramos a las plantas, los hongos, los protistas (éstos compuestos de protozoos y algas no verdiazules) y, los que nos resultan más cercanos, los animales. Dentro de los animales podemos hacer otras divisiones como aparecen en la gráfica. En ella podemos observar el porcentaje de especies de animales.


Inmediatamente sorprende el número de los insectos. Se conocen 750.000 especies, lo que supone casi 3/4 partes de todas las especies de animales conocidas. Pero, algunos entomólogos, vistas las apariciones continuas de nuevas especies, piensan que la cifra real estaría entre 20 y 30 millones (2).


No acaban las sorpresas aquí. De ese 73,6% que suponen los insectos, un 50% son coleópteros, es decir, «escarabajos». Con ello, podemos afirmar que, de cada tres especies de animales del planeta, uno es un escarabajo.




Es preciso recordar que hablamos de especies, no de ejemplares. En este caso las cifras son tremendamente mayores. Lo cierto es que, incluso en lugares de la Tierra que podríamos considerar con una avanzada civilización, como España, continuamos describiendo nuevas especies vivas a un ritmo que resulta sorprendente (3).
El Homo sapiens, cuenta con unos 6.000 millones de ejemplares, distribuidos en todos los continentes. El aprovechamiento de los recursos naturales para su desarrollo alcanza, en muchos casos, el límite de regeneración de la propia Naturaleza. La elaboración de productos industriales (consumo de combustibles fósiles, residuos industriales químicos y nucleares, etc.), las infraestructuras (embalses, puertos, regadíos...), los agotamientos de recursos naturales (árboles, pesca, caza, suelo fértil, aguas limpias...), la contaminación (acuática, aérea, terrestre...) y una larga lista de efectos humanos, se traducen en una seria alteración del equilibrio ecológico del planeta. Un equilibrio débil, que está sometido a un ataque en continuo aumento y que puede romperse, con insospechadas consecuencias, pero que con temor nos recuerdan a las que hicieron desaparecer a los dinosaurios.

Cuando todos los bisontes hayan
sido sacrificados, los caballos salvajes
domados, los misteriosos rincones del
bosque profanados por el aliento agobiante
de muchos hombres y se atiborre
de cables parlantes la espléndida
visión de las colinas... ¿dónde estará
el bosque? Habrá sido destruido. ¿Dónde
estará el águila? Habrá desaparecido.
Y esto significará el fin de la vida y
el comienzo de la lucha por la supervivencia.

Esa alteración del medio natural es palpable en cualquier rincón del planeta. Nada escapa a la acción destructiva del hombre. Desde los osos polares, en los que se han encontrado grandes concentraciones de DDT, hasta la devastación continua de la Amazonía, todo el planeta está afectado. S. Pimm, de la Universidad de Tennesee, señala que un 50% de los seres vivos estará en peligro de extinción en cien años de seguir a este ritmo destructor. También el mismo investigador tiene razones sólidas para afirmar que unas 1.100 especies de aves de las 10.000 que se calculan que existen, están al borde de la extinción y que, muy difícilmente, sobrevivirán a este siglo (4).
Es fácil encontrar en nuestro alrededor algunas de esas señales. Tomemos por ejemplo las aves españolas. Consideremos que las especies en nuestro país son 382 (5). De estas especies, como consecuencia de su persecución directa, alteración del hábitat y otras amenazas, la legislación nacional ha puesto dentro de su amparo a más de la mitad.


También la «Lista Roja de las aves de España» incluye una demasiada larga serie de especies amenazadas. En 1986, un 42% eran aves ligadas a los medios acuáticos, uno de los ecosistemas más sensibles y un 13% eran especies dependientes de los medios esteparios. Las rapaces también ocupaban un elevado porcentaje del total y, lo peor, es que la situación apenas ha mejorado desde la edición de esa «lista» para unas pocas especies (como ha sido el caso de Buitre Leonado).
Lo más extendido es un agravamiento de la situación de amenaza de las especies que componen la ornitofauna española.
Entre nuestras aves más amenazadas podemos citar al Águila Imperial Ibérica que, a pesar de los planes de conservación, no consigue tener unos efectivos que garanticen su supervivencia. Lo mismo ocurre con el Urogallo Cantábrico, cada vez más escaso y más confinado a unos pocos rincones de la geografía, a un solo y pequeño paso de la extinción.
Existen dos áreas en el planeta enormemente ricas en número de especies de seres vivos. También albergan a casi la mitad de especies de aves. Se trata del Amazonas y de Indonesia, con alrededor del 30% y del 16%, respectivamente, de las especies de aves mundiales. De hecho, las pluviselvas tropicales, ocupando sólo el 6% de la superficie terrestre del planeta, contienen más de la mitad de especies de organismos de la Tierra (6).



Sobra comentar el grado de destrucción que se está ejerciendo sobre esas zonas, con la destrucción de sus enormes masas forestales, lo que sin duda, está negándonos la posibilidad de conocer a esas especies, muchas de ellas aún por descubrir para la ciencia. Esa alteración del equilibrio ecológico, que se extiende por todos los rincones, por remotos e inaccesibles que nos pudieran parecer, está afectando a todo el sistema que permite la vida sobre el planeta. No conocemos el alcance exacto de esas alteraciones, ni tenemos datos del límite de regeneración de la propia Naturaleza, pero ya muchos científicos dan la voz de alarma: el planeta está enfermo. Y cada vez, es más grave su enfermedad.

Cada partícula de esta tierra es sagrada
para mi pueblo. Cada brillante
aguja de pino, cada grano de arena de
las playas, cada gota de rocío de los
sombríos bosques, cada calvero, el
zumbido de cada insecto... son sagrados
en la memoria y experiencia de mi
pueblo. La savia que asciende por los
árboles lleva consigo el recuerdo de los
pieles rojas.


La actitud del ciudadano «de a pie» es sumamente valiosa, contrariamente a lo que cabría pensar. Teniendo la conciencia de que, al igual que los seres humanos están tomando un camino que conduce a un nuevo «borrón y cuenta nueva» en la vida sobre el planeta, esos mismos seres pueden corregir los errores y permitir su desarrollo de forma sostenible y justa, con el medio natural y con sus semejantes. Y es algo que debemos practicar en nuestra vida cotidiana en una larga serie de actuaciones que van desde reducir el consumo de materias primas y energía a colaborar con organizaciones naturalistas y exigir a nuestras autoridades que se comprometan eficazmente en conservar nuestro entorno natural, es decir, en evitar la sexta extinción.

Nos jugamos mucho.

                                                                                                       * Elías Gomis es naturalista.


Nota: A la hora de terminar de escribir estas líneas, el petrolero «Prestige» sigue largando al mar toneladas de derivados del petróleo que, empujadas por las corrientes, alcanzan las costas del noroeste de la península Ibérica.




Por seguir con las aves (recuerdo al lector que a fecha de escribir estas líneas), un millar de ejemplares han sido recogidos (muchos muertos) cubiertos de petróleo. Un porcentaje mucho mayor, (se calcula que entre 10.000 y 15.000 aves) morirá sin llegar a la costa, no formando parte de la fría y negra estadística. El Arao Común sólo cría en España en el Cabo Vilano y en las Islas Sisargas, con una población de entre 5 y 11 parejas. Se han recogido nada menos que 18 Araos muertos (7).
La extinción, en la puerta de casa.

Arao encontrado muerto en una playa de Benidorm con restos de petróleo, 
presumiblemente derramado en el accidente del Prestige.

Pero, con ese principio de «piensa global y actúa local», numerosos voluntarios se han desplazado hasta el lugar y, de forma altruista, se han puesto a realizar una tarea para tratar de restaurar, en lo posible, una maltrecha Naturaleza, olvidada de la necesaria y correcta actuación por parte de los gobernantes (y aspirantes a serlo), más preocupados por «hacerse la foto» que por aportar soluciones eficaces.
El trabajo de esos voluntarios y otros muchos que se preocupan por la conservación de la Naturaleza, y el espíritu que les anima, es una esperanza para evitar la sexta extinción. Que no sea la única esperanza.

BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS.
(1) W. ALVAREZ & F. ASARO, Investigación y Ciencia, 1990.
(2) M. TOHARIA CORTÉS, Hijos de las Estrellas, Ed. Temas de Hoy, 1998.
(3) F.J. FERNÁNDEZ Y FERNÁNDEZ-ARROYO, Argutorio núms. 8, 9 y presente.
(4) S. PIMM, Universidad de Tennesee, en National Geographic, vol 4, nº2, Feb. 1999.
(5) E. GOMIS MARTÍN, Argutorio nº 8.
(6) E. O. WILSON, La diversidad de la vida, Ed. Drakontos, Crítica.
(7) SEO/BirdLife. Nota de prensa, 30-11-2002. Buitres Leonados, especie que ha disfrutado de una gran recuperación en España, después de décadas de declive.

Comentarios a lo citado sobre el "Prestige", once años después:
El "Prestige" vertió  64.000 toneladas de crudo. En los 130 días siguientes al hundimiento (ocurrido a 133 millas del cabo de Finisterre) se recogieron 23.073 aves correspondientes a 90 especies. De ellas, sólo 6.075 estaban vivas en ese momento y únicamente 604 pudieron ser recuperadas y liberadas. Tres especies (Arao Común, Alcatraz Atlántico y Frailecillo Atlántico) representaban el 75% de las aves petroleadas recogidas. La cifra real de aves afectadas debe ser mucho más elevada, ya que se estima que sólo se recogen entre un 10 y un 20% de las aves dañadas por una marea negra.
Las colonias de Cormorán Moñudo en la zona afectada vieron disminuida su productividad a la mitad.
Algunas fuentes aseguran que se trata del tercer accidente más caro de la historia (más de 12.000 millones de dólares).

El juicio se cerró sin culpables. 

El capitán del petrolero fue condenado por desobediencia a nueve meses de prisión que, finalmente, no cumplió.



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