domingo, 9 de noviembre de 2014

"TUS FOTOS ME MOLAN"


El otro día, un amigo se me acercó y me dijo (lo reproduzco lo más literalmente que recuerdo): “Tus fotos son las que más me gustan. Puede que no sean las mejores, no lo sé, pero desde luego son las que más me llegan y las que de verdad me dicen algo”. En ese momento no pude evitar recordar aquella pregunta sin respuesta definitiva de por qué hago fotos

Existen muchos tipos de fotógrafos, tantos como personas.


Hay quienes hacen fotos por llenar un ego insondable. Ser el mejor es el objetivo, no el medio. Tener la mejor foto, no hacer la mejor foto. Y para ello pueden llegar a convertirse es espejos de otros fotógrafos a los que más que admirar, envidian de forma enfermiza.
 
Otros pretenden lo mismo, pero ni siquiera son capaces de hacer un trabajo medianamente decente y caen en una mediocridad crónica, retroalimentada por ellos mismos y por los palmeros, que nunca faltan.
 
También los hay que hacen fotos, pero se me escapa cuál es su sentido. No puedo asegurar que sea porque ellos solo aprietan un botón y ya está, se paseen con seguridad y eficacia por el mundo artificial de las herramientas digitales o, sencillamente, puede que sea porque yo no alcance a ser capaz de saber qué están haciendo bajo esa cubierta de una supuesta gran fotografía hecha por un supuesto gran fotógrafo.
 
Yo me considero en otro grupo. Somos aquellos que hacemos fotos como una actividad en la que se mezcla el disfrute y la sensibilidad, una coctelera en la que han de caber técnica, personalidad y originalidad y que se acaba de completar con diversión, mucha diversión, aunque siempre hay un hueco para aquello que se necesita aprender, para la humildad de que siempre hay algo que no sabes. Sin esa carencia, llegaría la soberbia, el tedio, el guardar la cámara en un armario y el olvido. De esa coctelera, agitada a conciencia con ritmo sosegado, se obtiene un combinado imperfecto, manifiestamente mejorable, irrespetuoso con lo establecido, que probablemente no estará nunca en el top ten ni protagonizará portadas ni llegará a tener la bendición de los gurús de este mundillo, pero cuyo resultado es el preferido de aquellos que agitan entusiastamente esa coctelera y lo prueban.
 
Desde luego que hay otras formas de entender la fotografía, desde aquellos que van avanzando con seguridad y buen hacer a los que caen en el error de querer saber hacer de todo a la vez y pretender buenos resultados a la primera.

 Todo esto es una opinión escrita a vuela pluma. Lo importante es que cada uno haga lo que mejor pueda o quiera. Ya tenemos bastantes encasillamientos y normas en la vida como para añadir más.
 

Hago fotos porque me gusta plasmar lo que veo a mi alrededor, con mi punto de vista personal. Pero porque me gusta a mí, no para satisfacer a otros ni angustiado pensando en si alcanzaré determinado nivel. Y, desde luego, lo haré con mayor o menor acierto, pero es lo que he interpretado al ver lo que estaba al otro lado del visor, una imagen que (afortunadamente) cada uno procesamos en nuestro cerebro de forma diferente. Si ese instante, convertido en eternidad al hacerse fotografía, cuenta algo que puede alcanzar la fibra sensible de otra persona al observar la foto, se transforma en una maravillosa recompensa.
 

Y si te lo dice un amigo, más.

4 comentarios:

  1. Nada que añadir. Te diré, amigo Elias, que aparte de que me molan tus fotos, yo hago fotos porque no me queda otro remedio. Por necesidad, pura y dura. TENGO que hacer fotos. No hay más. La recompensa, en primera instancia, es la misma foto, mejor, el hecho de hacerla, y luego, efectivamente, comparto tus reflexiones al 99,9%

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    1. Es como cuando le preguntaron a un gran alpinista por qué escalaba montañas. Respondió: porque están ahí.
      Ni más ni menos. Sólo eso.

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  2. Estupendo artículo, de hecho el último párrafo es para imprimirlo, enmarcarlo y colgarlo en la pared.

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  3. Me alegra que te guste y que estés de acuerdo. :)

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